martes, 10 de noviembre de 2009

Diez mil quinientos noventa y dos

Dicen que nací un martes, un dato que pudiera no parecer importante, pero soy de la idea de que todo tiene un significado, aunque debo decir que ese no es mi día favorito de la semana, mi favorito es el viernes, no por ser el último de trabajo o antesala del obligado descanso, es más bien por una extraña fascinación mía por la palabra viernes en sí.
Al parecer llovía y no terminaba de amanecer cuando lancé mi primera mirada al exterior, me gustaría tanto saber cuál fue el primer pensamiento que vino a mi mente, o quién la primera persona que vi, lamentablemente la costumbre de video grabar los nacimientos, no estaba de moda en esos tiempos, aunque de poco hubiera servido pues mi padre se negó a entrar a cada uno de los cinco partos que tuvo mi madre, igual que a los primeros 10 años de nuestras vidas, es decir mientras no dábamos mayor problema.

Durante los diez mil quinientos noventa y dos días siguientes a mi nacimiento, he percibido millones de imágenes, paladeado miles de sabores, escuchado centenares de miles de palabras diferentes, he visto sin mirar o a veces observado a detalle miles de rostros, incluso algunos los he aprendido de memoria.

La vida se volvió tan rápida de repente, hay quienes dicen que ésta transcurre igual y somos nosotros quienes corremos, pero he llegado a pensar que después de los 20 alguien le pica al botón de avance rápido de la película y en adelante podemos ser observados en ese modo que llaman Fast motion, con rápidos y cortos movimientos que llegan a ser hasta divertidos para el espectador (¿será que alguien nos observa?).
Y así como en las películas, te acuestas a dormir y en una toma abierta se ve como la luna desaparecer bajando por el horizonte y en cuestión de segundos el sol aparece.
Al menos así lo percibo yo a veces, y hoy curiosamente me pongo a reflexionar sobre ello cuando me encuentro a escasos, escasísimos pasos de mis veintinueve y un terror y ansiedad que desconocía hasta ahora, se van apoderando de mi. ¿Serán los temibles treinta de los que siempre he escuchado? Siempre pensé que era absurdo temer llegar a cierta edad, lo cierto es que no sabes hasta que estás cerca, y muchos pueden decir que no es verdad, pero sospecho que un pensamiento de angustia los invadió o los invadirá a todos al menos por una vez.

Me resulta inevitable hacer el recuento, sacar un balance de mi vida, minucioso o vago por momentos. Recuerdo por ejemplo aquel jueguillo absurdo de niñas, cuando dibujaban en un papel un cuadrito al centro con tres líneas de cada lado y tres abajo, en el cuadrito iba la edad en que preferías casarte, en las rayitas de un lado tres nombres de niños, el que más te gustaba, el regular y el que ni en sueños elegirías por voluntad propia, del otro lado tres países que te gustaría conocer o ya de perdis estados o ciudades, por que no faltaba a quien le preguntaras por país y te respondiera Cancún, abajo tres posibles transportes para ese viaje a la luna de miel con el elegido. Después venía la letanía, una canción que no recuerdo bien y que incluía una cuenta hasta el número colocado en el centro del dibujo, unos segundos después te daban el resultado “Te vas a casar con Ramón a los veintiséis años, y se van a ir de luna de miel a Italia”, así tan fácil predecían el futuro y la sola idea te causaba ilusión. Pero no, pasan los años, y hay que trabajar para el viaje a Italia, pero no, la casa y el coche primero, pero no, Ramón se casó con otra, o peor, si no existe ningún Ramón en mi vida. No quiero decir con esto que ese sea el ideal, sólo digo que en la mayoría de los casos la historia toma otro rumbo al que imaginaste, por decisión propia o por que lo olvidamos en el trayecto, o simplemente por que no sé dio así.

Pues bien, los veintinueve me siguen de cerca, mas de diez mil cosas diferentes me han pasado, al menos una por cada día, muchas sin duda que no planee otras tantas decisión mía, no sé cuantos martes han pasado, ni cuantos viernes me han deleitado con su nombre, ha llovido infinidad de veces.
Me gustaría recordar todos los rostros, reconocer los aromas, almacenar los sabores, y es probable que estén ahí en algún lugar oculto en mi memoria, lo cierto es que mis recuerdos, conscientes o no, evocan lo más profundo mi y me ayudan en alguna medida a ser quien soy, aunque en el cotidiano práctico de cada día el pasado quedó atrás y la corriente me impulsa a pensar sólo en el siguiente día.

Escrito: Octubre 2009

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Cuando la luna no es suficiente. . .


Y la soledad pesa y cala en la piel, la atraviesa y corta como cuchillas, la respiras y te quita el sueño, va contigo y las palabras no bastan.